Por Lapo Lino | Esta apuesta de Cabaret, que adapta la de Sam Mendes en el West End, luego también llevada a Broadway en los ’90, al mítico ...
No hay que confrontar porque no se puede equiparar ni la obra ni a Florencia Peña con Liza Minnelli, no sólo porque los medios son distintos y la estadounidense es una estrella de la canción, y actriz, y nuestra compatriota se destaca en la actuación, y brilló, sí, en la comedia musical, como en Sweet Charity.
Y si el centro, lo troncal de la obra se mantiene -un novel escritor estadounidense llega a la Berlín previa a la toma del poder por Hitler y conoce a una cantante inglesa en el Kit Kat Klub, el cabaret del título-, la pasión, la emoción que debiera transmitirse desde el escenario no siempre baja a las mesitas, los confortables sillones -y las plateas al fondo- del reacondicionado teatro Liceo.
Será la adaptación, que ha cortado momentos y canciones, abreviado otros -la dueña de la pensión ya no recibe la fuente de cristal de regalo, con su simbolismo, vaya esto solamente para marcar un cambio dramático, pero hay más-, la obra no supera los 105 minutos y también han sacado el intervalo entre el Acto I y el II.
No es que los intérpretes, la mencionada Peña y Mike Amigorena, el maestro de ceremonias, estén mal. ¿Lo están? No. Están bien, pero no logran llevar, elevar el drama de los personajes a un nivel en el que lo que les sucede en la obra llegue a tomar empatía con el público en un grado elevado, superior, eminente.
Con dirección artística de Alberto Negrín y actoral de Claudio Tolcachir, y una producción que deslumbra, Amigorena se atreve a mucho más que lo que hacía Alan Cummings en escena: bailotea muy bien tap, toca el acordeón, pero Emcee es más que un presentador. Resume en distintos momentos de Cabaret el sentimiento y a los personajes de la Alemania prenazi. No dar más preeminencia a los alemanes saca espesura dramática. En la obra Emcee tiene una presencia escénica fundamental, y Amigorena aquí no la tiene.
Mike Amigorena, el maestro de ceremonias no logra llevar, el drama de su personaje a un nivel en el que lo que le sucede en la obra llegue a tomar empatía con el público |
Otro tema es Juan Guilera, surgido de la cantera de Cris Morena, quien no ha podido dar con el personaje, y más que interpretarlo recita sus textos. Serán los nervios de las primeras funciones.
En el muy buen ensamble (seis mujeres y dos hombres, a diferencias de otras puestas), se destacan nítidamente Cynthia Manzi como Rosie, curiosamente es la esposa de Karina K en la vida real, Flor Viterbo (Frenchie) y Mariano Condoluci (Víctor).
Alejandra Perlusky y Graciela Pal hechizan en sus participaciones componiendo a Fraulein Kost y Fraulein Schneider, habitantes de la humilde pensión en Berlín. Perlusky es efectiva en su humor y contundente cuando canta junto a la orquesta mientras Pal (maravillosa) consagra su amor bailando con Enrique Carnoglio (Schultz).
El vestuario de Renata Schussheim, la escenografía de Negrín y la dirección musical de Gerardo Gardelín son puntales en este Cabaret, que está bien, que es un musical irrompible como Chicago o A Chorus Line.
"Cabaret" Regular
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