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Roberto Jauregui apareció en Argentina Tierra de amor y venganza 2 desde el mítico Contramano

 Por Ale K - En la transmisión del capítulo de ayer de la novela del 13. Roberto Jauregui hizo su aparición desde el mítico sótano de la ca...

 Por Ale K - En la transmisión del capítulo de ayer de la novela del 13. Roberto Jauregui hizo su aparición desde el mítico sótano de la calle Rodríguez Peña conocido desde los '80 "CONTRAMANO". El único que queda desde la época de los albores de la democracia. Inaugurado en 1984 esa disco fue parte de la historia para la obtención de los derechos LGTBIQ+ que muchos creen adquiridos desde siempre. Es muy bueno que desde las ficciones nacionales se destaquen este tipo de figuras. 



Mientras que en Argentina la palabra “homosexual” aún era sinónimo de enfermedad y las lesbianas eran inexistentes en el imaginario social -ni hablar del resto de los colectivos integrados actualmente en la comunidad LGBTIQ- Jáuregui fue un pionero en salir a reclamar por la igualdad de oportunidades y la adquisición de derechos en un país en el que, si bien se había retornado a la democracia, la dictadura cívico-militar seguía muy presente. En ese contexto, se posicionó como uno de los activistas homosexuales más importantes de la época y, podría decirse, hasta la actualidad.



Carlos Jáuregui motorizó la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), de la cual fue su primer presidente hasta 1987, durante el gobierno de Raúl Alfonsín.  Luego, en 1991, fundó y presidió la organización Gays por los Derechos Civiles, con la que encabezó la primera marcha del Orgullo Gay-Lésbico en la ciudad de Buenos Aires. Su militancia política y la necesidad de conformar un colectivo para exigir derechos a un Estado que les daba la espalda, lo llevó a colaborar e impulsar la organización de los primeros grupos de travestis.

Allá lejos y hace tiempo cuando pintaban mis 20 años y militaba en la Juventud Radical de la facultad de derecho, una noche después de alguna asamblea me fui con unos amigos a Contramano, entre ellos estaba Pablo. En algún momento, bajaste por la escalera que daba a la entrada del boliche, vos y tu grupo de amigos; era imponente verlos: seguros, valientes, sonrientes, tenían todo el descaro que era igual a mi vergüenza.



Recuerdo que a la distancia compartimos esa larga barra, sentí por primera vez que compartíamos algo y por supuesto Pablo (mi compañero de facultad), quien fuera su pareja hasta su propio final que fue muy rápido.
Carlos Jáuregui habría querido llorarle más a Pablo Azcona. Sin embargo, para él una de las muchas caras de la homofobia lo orilló a apretar los labios y continuar. Después de la muerte de Pablo, Carlos fue obligado a abandonar el departamento que, de vez en vez, le recordaba que la ausencia era temporal. Negarle un techo se justificó con que él y Pablo no estuvieron casados.

Es cierto que la cosa no era fácil. Los edictos policiales y la Ley de averiguación de antecedentes estaban inamovibles y sentíamos algo de decepción y bronca sobre eso.

Eras la voz denunciante de esos atropellos institucionales, lo decías en los diarios y en la televisión. Y las primeras marchas del orgullo lo dejaban claro.

En el recuerdo, más que aquel compartir lejano de alguna noche en Contramano o haber coincidido en el espacio público de los convulsionados años 90. Al tiempo tu triste muerte fue callando tu nombre.


Es necesario traer la figura de Carlos Jáuregui hasta el presente porque, a de 27 años de su muerte, el 20 de agosto de 1996, se atrevió a desafiar a un sistema que lejos estaba de comprender a la libertad sexual como un derecho humano. Los derechos adquiridos, como el matrimonio igualitario y la identidad de género se deben, en parte, a la militancia de Carlos Jauregui que se convirtió en emblema de la comunidad LGBTIQ, y a los miles de militantes que se plantan en las calles para reclamar al Estado, aún en el día de hoy, por el acceso igualitario de derechos.



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