Por Mariano Lelez | Que Wuhan (China) haya levantado la cuarentena por no registrar nuevos infectados, no significa que el COVID19, un vi...
Cada noticia que despierta en la humanidad el fantasma del “fin del
mundo” produce hasta suicidios, pero también cambios en las conductas
individuales.
En los años 80 la llamada Peste Rosa nos
aterrorizó hasta el delirio.
Entonces ligábamos en la calle sin el
disimulo que requería cuidarnos de la
dictadura militar que se estaba desmoronando.
Hasta se habían abierto lugares gays como
en el resto del mundo.
En ese contexto, la calesita de hoy era
una idiotez sin sentido.
Lo más parecido a la histeria era verte
sexy para con solo una mirada del otro simplemente concretar.
La pandemia destapó hasta los gays más
famosos del mundo que morían como moscas y fue llamada síndrome (SIDA), porque
era un conjunto de síntomas de causa desconocida.
Se creía que solo afectaba a los hombres
que tuvieran sexo con otros hombres.
Fuimos la peste misma.
Terminábamos de la forma más cruenta
porque en poco tiempo quien fuera bello, joven y exitoso moría decrépito,
demenciado y cubierto de máculas cancerosas.
Hubo quien se arrojara de un séptimo piso
al saberse seropositivo.
En 1985 un Rock Hudson (1) infectado hizo pública su
homosexualidad.
La prensa bautizó al beso que le dio a
Linda Evans en la Serie Dinastía (la original) como “El beso de la muerte” y nadie ni familiar ni amigo íntimo se
atrevió a tomar mate con alguien sospechoso de ser puto.
El COVID19 pone ahora en jaque a todo el
sistema de salud mundial, incluyendo a la OMS. Su amenaza coloca al prójimo
como portador de la muerte otra vez.
Pero en el 87, al descartarse la saliva,
un pene en erección era asesino y una jeringa con sangre se llegó a usar como
arma para cometer un delito.
Las
conductas humanas son aprendidas y pasan a formar parte de la cultura o se
convierten en prejuicios.
El despistar a los agentes de la
represión, haciéndose pasar por heterosexual, cuando ser puto era factible de
ser desaparecido, propició en el
inconsciente colectivo la llamada “onda
nada que ver” como un valor a la hora de levantar.
La histeria, el dar vueltas, tuvo su
momento de sensatez cuando debíamos decidir si nos arriesgábamos a morir o nos
quedábamos con las ganas.
Y después las leyendas-preservativo:
“Sexo sin compromiso”, por ejemplo.
Era mejor preservarse poniendo barrera al
vínculo. Había que evitar el dolor, la frustración y las pérdidas.
Pero más allá de la cuarentena, hoy “El Beso de la muerte” puede ser una verdad literal confirmada por la
ciencia.
La distancia entre los cuerpos indispensable
como el forro en los 80, podría enraizar la costumbre de no acercarse más.
Las
conductas humanas aprendidas en situaciones límite quedan en el inconsciente
colectivo de generación en generación terminando por naturalizarse.
No fue en el Paleolítico el levante en vivo
y en directo sin necesidad de la barrera que también impone hoy la App.
Fue acá en el Paraíso de las lenguas y la
piel, cuando ya el miedo no existía.
1) Durante cerca de dos décadas, Rock Hudson fue uno de los galanes más
famosos de la gran pantalla, protagonista de los últimos años de la época
dorada del cine de Hollywood. Considerado el modelo de la masculinidad. Su
muerte abrió los ojos al mundo respecto del SIDA.
Me encantó!!! Gracias!!!
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